Los mares alrededor de la Península de
Baja California son áreas importantes para la alimentación y crecimiento de
cinco de las siete especies de tortugas marinas del mundo; todas ellas
clasificadas como amenazadas o en peligro de extinción; pero las especies más
amenazadas son la carey y la siete filos o laúd.
En el noroeste de México el consumo de
caguama era tradicional entre las etnias seri de Sonora y muy probablemente
también entre los indígenas californios de la Península. Durante muchos años se
consumió este animal como fuente de proteína ya que el abasto de otro tipo de
carnes rojas era muy escaso; poco a poco esta situación fue cambiando, pero
subsistió la tradición del consumo de caguama, especialmente durante la
cuaresma como un sustituto de la carne roja.
Durante la década de 1950 y 1970 hubo
una muy intensa actividad pesquera sobre estos animales y sus poblaciones
sufrieron declinaciones muy drásticas, durante estos años en México se
realizaba el 50% de la pesca comercial de caguama del mundo.
Desde 1990 se estableció una veda total
al comercio y uso de productos de tortuga marina y aunque actualmente ya no se
pesca la tortuga marina legalmente aún se capturan y mueren muchas tortugas en
redes de deriva y palangres. Las caguamas son animales que necesitan respirar
aire y al estar atrapadas en las redes, no pueden salir a respirar, cuando los
pescadores revisan sus redes son liberadas muertas o moribundas y al morir
frecuentemente se varan en las playas cercanas dando la impresión de que hay grandes
números de caguamas en el mar.
En un estudio hecho en desde 1995 y
hasta 2003 se evaluaron tortugas que se encontraron varadas o en los basureros,
los investigadores encontraron un total de 1945 caguamas muertas en Bahía
Magdalena; de estas, las especies que más frecuentemente fueron encontradas
varadas en la playa fueron la amarilla y la prieta, mientras que en los
basureros se encontró una mayor frecuencia de tortugas prietas.
Los investigadores repitieron el estudio
de 2006 a 2008, pero ahora en diferentes comunidades en todo el Estado y
encontraron 1014 carapachos, la mayor parte de ellos en Guerrero Negro y Bahía
Magdalena.
En la primera parte del estudio, se
encontró que el 91% de las tortugas prietas que se encontraron presentaban
evidencia de que fueron utilizadas para consumo, mientras que las menos
consumidas fueron las carey. En la segunda parte sólo encontraron señales
de consumo en 45.5% de las caguamas y la especie que más se consumió fue la
verde o lora seguida de la amarilla.
Lo más grave es que en ambos estudios,
la mayoría (90 al 99%) de las caguamas encontradas fueron caguamas juveniles,
especialmente las carey. En el estudio se calculó una mortalidad de más
de 600 caguamas al año. Los investigadores también encontraron que la
mayor mortalidad por pesca incidental se presenta durante las corridas de
guitarra y por la pesca de lenguado, para las que se utilizan redes agalleras
de fondo. Por esta razón, es bien importante trabajar con las autoridades
pesqueras para diseñar redes más seguras para las tortugas.
En el segundo estudio, los
investigadores también aplicaron algunas encuestas y en ellas encontraron que
46% de los entrevistados acostumbran comer carne de caguama y que los lugares
donde se venden principalmente son Guerrero Negro, Todos Santos y Bahía
Magdalena.
El que la mayoría de las caguamas que se
encontraron en ambos estudios sean juveniles quiere decir que, ya sea por pesca
incidental o por consumo, no estamos permitiendo que la población se recupere
pues las tortugas no están llegando a la edad adulta y esto a la larga puede
tener serias consecuencias pues no habrá ejemplares que puedan reproducirse y
las poblaciones se reducirán aún más.
Una investigadora hizo una serie de
entrevistas a pescadores de caguama y estimó que se capturan más de 6000
animales cada año con el fin de venderlos para su consumo, ya sea en los
lugares donde se capturaron o para mandarlos a lugares como Los Cabos, Tijuana,
Ensenada y hasta San Diego y Los Ángeles.
No perdemos de vista que el consumo de
carne de caguama es tradicional, sin embargo, recientemente se ha observado que
el consumo está más orientado a una situación de estatus social que a una
tradición cultural, siendo que las personas con mayores recursos económicos,
mayor educación o mayores posiciones políticas o sociales son las que más las
consumen, mientras que las personas más humildes, tienen un mayor respeto por
la veda de estas especies.
En Baja California Sur ha habido varios
casos últimamente, esta es una situación bastante común en la Península, pues
se tiene la percepción de que a pesar de que la posesión o captura de estos
animales se castiga con hasta 9 años de cárcel y más de $150,000 pesos de
multa; existe un elevado nivel de impunidad en ese sentido ya que se percibe
que los más poderosos pueden consumir esta carne sin que se les aplique ningún
castigo.
Otro asunto muy grave es que durante las
entrevistas hechas por los investigadores, se les informó que en el 90% de los
casos, las autoridades están involucradas en el comercio ilegal, situación que
incrementa la percepción de impunidad en el tema.
En las entrevistas hechas por la
investigadora, unos pescadores redimidos mencionaron que algunas de las cosas
que les impedía capturar las caguamas era que sabían que podrían ir a la
cárcel, pero sobre todo, que sus hijos tenían mucho cariño por las tortugas y
querían dar un buen ejemplo. Esto nos indica que nuestras autoridades
ambientales deberán redoblar los esfuerzos en educar a nuestros niños,
especialmente a los hijos de los pescadores, a fin de ir disminuyendo la pesca
ilegal de caguama.
Pero también nosotros podemos poner
nuestro granito de arena evitando consumir la caguama, aunque sea muy buena y
estemos acostumbrados a ello. Mientras que las autoridades deberán seguir
realizando operativos para evitar que se consuma la tortuga y aplicando
sanciones a quienes lo hagan, no importando su condición política o económica.
De esa manera podrán recuperarse las
poblaciones y en algún momento podremos volver a hacerlo de manera legal y
responsable. Aunque esperemos que mejor, cambiemos esa cultura de consumo.
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